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LOS CAPUCHINOS EN FILIPINAS pilla, donde se reunían para sus devociones, y traían a veces por su cuenta algún sacerdote para decir misa. Difícil posición del P. Cesáreo. Según hicimos ya antes mención, el P. Cesáreo al ser nombrado párroco, se instaló en Bugallón, viviendo en un pobre y destartalado convento hecho de palma medio po– drida y cañas vacilantes, que amenazaban venirse abajo sobre todo los días de tempestad 3 • Los de Salasa rogaron insistentemente al Padre fuera a decir misa allí los domingos, contándole muy indignados el bárbaro atropello cometido por los de Bugallón; el P. Cesá– reo procuró complacerles en todo lo posible ; alarmáronse con esto los de Bugallón, y temiendo que el nuevo Padre trasladara otra vez a Salasa la parroquia, se pusieron en guardia, dispuestos no sólo a protestar, sino, llegada la oca– sión, a emplear la fuerza para darle, según ellos, una buena lección al Padre. Muy pronto comprendió el P. Cesáreo su delicada situa– ción y, resuelto a apaciguar sus ánimos, prometió a los de Salasa reconstruir su arruinada iglesia con la condición ex– presa de que le dieran su ayuda pronta y cumplida; y dijo a los de Bugallón que tenía el proyecto de sustituir aquel 3. El mismo Padre describía gráficamente su apurada situación. "Cuan– do el Sr. Obispo y mi Superior me destinaron a esta Parroquia, recibí en feudo un convento de bambú y hoja de palma, dos iglesias en ruínas y un convento antiguo (Salasa) medio destrozado. No hice planos porque no sé dibujo, pero tracé unos garabatos como de prisa, me puse serio, me constituí en director de obras, comencé a dar órdenes y contraóraenes, a mandar y trabajar personalmente y se techó una de las iglesias (Sa– lasa), se hizo la torre de la otra (Bugallón) y se restauró uno de los claustros del convento (Salasa)". Véase Verdad y Caridad, núm. 113, año 1933. 263

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