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LOS CAPUCHINOS EN FILIPINAS sus costumbres, y verificándose suave y progresivamente el gran cambio del antiguo pueblo bárbaro en un pueblo civi– lizado y cristiano 4 • Esta fue la obra de los PP. Dominicos en Pangasinán y esa fue también la obra de los frailes espa– ñoles en todo Filipinas. Es una verdad indiscutible que la gran obra civilizadora de España en Filipinas no se hizo mediante la espada o in– tervención de los soldados, sino ante todo por la predica– ción del fraile misionero. Mons. César María Guerrero. En 1929 se creó la Diócesis de Lingayén con una pobla– ción de cerca de un millón de habitantes. Aunque había algunas parroquias florecientes, pero la mayoría estaban poco menos que abandonadas. La fe de muchos católicos estaba casi apagada y por otra parte el Aglipayanismo y las sectas protestantes campaban a sus anchas por todas partes, sembrando a su placer la duda, la indiferencia y la irreligión. El 24 de mayo del mismo año de 1929 tuvo lugar en Lingayén la consagración del primer Obispo de la Nueva Diócesis, siendo el Padre Cesareo el encargado de dirigir la palabra a la ingente muchedumbre 5 • 4. Los misioneros dan mucha importancia en la conver~ién rie Pan– gasman a la devoción del Rcsario ; y en verdad no había familia en toda la Provincia, donde no se venerase la sagrada imagen de la Virgen del Rosario. 5. Mons. César Guerrero nació el 26 de enero de 1895 en la Ermita, Manila, haciendo sus primeros estudios y el bachillerato en el Ateneo de Manila de los PP. Jesuítas. A pesar de séntirse ya entonces inclinado al sacerdocio, se matriculó en la Universidad Real y Pontificia en de– recho civil y filosofía graduándose en ambas ciencias en 1905 y 1907 respectivamente. Con esta buena base científica comenzó aquel mismo 253

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