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BIENVENIDO DE ARBEIZA las nada fáciles lides de gobierno, sobre todo, si se tiene en cuenta que debía entenderse con los exclaustrados, es decir, con una generación de religiosos de muy diversa men– talidad, que no eran capaces de enfocar los probiemas desde el mismo punto de vista, ni coincidir fácilmente en las solu– ciones propuestas. Por último, acaso pensó que el nombra– miento pontificio y la evidente voluntad de los Superiores de Roma de preparar rápidamente los caminos de la unión, le autorizaban a obrar algún tanto autoritariamente, para de– rribar las barreras de la división". Con fecha 24 de marzo de 1881 le escribía su hermano el P. José Calasanz : "Me consta que en Roma desean verte pronto y te han nombrado, porque han creído que harías la unión con el General. Todos en Roma tienen confianza contigo, pero cada día que los actos verdaderos de unión tardarán en llegar, temerán que algunos españoles te aconsejen mal y hagan lo posible para que tú te mantengas separado". Cfr. Est. Franc. Vol. 56 (1955) p. 183 y sgt. M. R. P. Melchor de Pobladura. Teniendo, pues, en cuenta los tiempos difíciles en que vivió y gobernó, convendría traer a la memoria aquel dicho clásico: "distingue tempora et concordabis iura". Silueta del Rvdmo. P. Joaquín M.ª de Llevaneras por su discípulo. Un hombre de la talla del fundador de Lecároz bastaría para cubrir de gloria a toda una generación. Su juventud transcurrió entre las ininterrumpidas revoluciones de las re– públicas sudamericanas. Causa, pues, estupor el hecho de que, arrastraao de continuo por el vendaval revolucionario, hubiera llegado a ser lumbrera de la Iglesia. Nadie puede hacerse idea de las dosis de coraje y aco- 198

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