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LOS CAPUCHINOS EN FILIPINAS para la Diócesis de Nueva-Cáceres, sus idas y venidas a Roma, su detallado informe "in scriptis", su comunicación con el Sr. Delegado Apostólico ae Manila, las instrucciones oportunas dadas a su representante en Manila el P. Alfonso de Morentin, para apoyar a toda costa sus planes. Varios años se hizo esperar el feliz resultado, pero la política de presión del Rmo. parecía fortalecerle cada vez más, estando dispuesto, como escribía él mismo, "a luchar... hasta el mar– tirio", y todo eso ¿por qué ? "Por el bién de la Iglesia y esas misiones". La restauración de la Orden en España y el bien de las misiones era también lo que le llevaba a las casas de los grandes políticos y jefes de Estado. Oigamos la voz elocuente de los hechos, hablándonos de su actitud digna ante la adversidad, de su afecto pa– ternal hacia sus religiosos y de su obediencia a las disposi– ciones del Definitorio General. Fue el año 1901, cuando, en virtud del Decreto Gene– ralicio del 9 de marzo, varios religiosos dejaron el Distrito Nullius, para afiliarse a distintas provincias de España. Mucho sintió el P. Llevaneras la separación violenta y do– lorosa de religiosos eminentes por su ciencia y observancia ; pero, sin protestas, sin quejas ni apelaciones, escribió al Su– perior de Manila: "Somos hijos de obediencia y como tal, Nos acatamos incondicionalmente con entera sumisión y reverencia las precedentes disposiciones del Rmo. Definito– rio General y Rmo. P. General" ... Y si bien es cierto, y a nadie se le oculta la magnitud del sacrificio que se nos exige, al desprendernos de religiosos queridísimos... levantamos nuestro corazón y nuestros ojos al cielo, fortificados con la divina gracia y todo nos lo suaviza el pleno convencimiento de las grandes e indiscutibles ventajas de una máxima que, desde novicio, grabaron en nuestra alma y en el fondo de nuestro corazón los Venerables PP. Esteban de Adoain, Ig- 191
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