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LOS CAPUCHINOS EN FILIPINAS escrito a la Comisión Civil por el combativo P. Román, que pedía a gritos justicia y protección. Mandó casi al mismo tiempo otro escrito al Gobernador Provincial, protestando en el mismo sentido y añadiendo que si dentro de 24 horas no se le daba contestación categórica, lo acusaría también ante la Comisión Civil, como en efecto lo hizo. El Gobernador D. Manuel L. Quezón, después presidente de Filipinas, fue él en persona a investigar por orden de la Comisión Civil toao lo acaecido con el muerto, los policías, la llave, etc.... , pero las mujeres que habían firmado el documento, que era el punto cardinal de la contienda, declararon muy serias que ellas no habían entendido, ni sabían lo que habían firmado. Y con esta maliciosa treta, quedó aquel famoso pleito col– gando en los aires. Una mano protectora. En medio de tantos adversarios, y cuando sus gritos de protesta parecían perderse en el vacío, una voz se levantó en su favor, una mano generosa se extendió hacia ellos en gesto magnánimo de ayuda y protección. Era el Sr. Mascu– ñana, Inspector Províncial de Sanidad. Al tener conocimien– to de la prohibición municipal de llevar los muertos a la igle– sia, llamó al Presidente de Sariaya y le amonestó con ener– gía, diciéndole que si recibía otra acusación-informe del Párroco, sería inmediatamente y sumariamente destituído. Enterado de ello el P. Román, escribióle, dándole las más expresivas gracias y participándole que la acusación había ido más arriba, pues estaba ya en Manila. Esta actitud del digno Inspector de Sanidad, Sr. Mascuñana, impresionó vi– vamente a las ~utoridades de Sariaya, aunque nada mani– festaban en público. Al parecer, pues, reinaba la paz, pero l61
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