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BIENVENIDO DE ARBEIZA Por qzté se tonió la Parroquia de Sariaya. Ya hemos visto anteriormente la vida apretada y azarosa de nuestros Padres en la residencia de Tabaco, sus diferen– cias continuas con el párroco P. Mercado, y su diario bata– llar para sostener a duras penas una modesta escuela prima– ria, donde, a fuerza de gritos y saliva, enseñaban a sus no muy numerosos discípulos el A B C de la religión y de la cultura. Pues bien, hablando de todo esto, fue cómo Mons. Bar– lín entregó a los Capuchinos la administración de la extensa e importante parroquia de Sariaya. En efecto ; había venido a Manila y, como de costum– bre, se hospedaba en nuestra casa central. Por la noche, re– tirados los frailes a descansar, tuvo Mons. Barlín una larga conferencia con el P. l\forentin, en la que trató de los diversos incidentes y continuos disgustos de los PP. de Ta– baco. Después de lo cual añadió el P. Morentin ... "habiendo aprendido tanto en tan poco tiempo, le digo que Tabaco es lo primero y último que tomaremos, sin tener cura de almas. Lo que pasa en Tabaco pasará en cualquier parte, donde estemos como estamos allí". Convencido Mons. Barlín de la verdad que encerraba est~ observación del P. Morentin, se decidió a entregar a los Capuchinos la administración de la populosa parroquia de Sariaya, indicando que estaba para hacer la visita pasto– ral y, una vez terminada, daría el decreto de entrega a los Capuchinos. En efecto: así se hizo. Fue nombrado párroco el P. Ro- poco de nuestra cosecha, cumpliendo el dicho de "cartas cantan'"; al mis– mo tiempo ésto dará mayor satisfacción al lector y pondrá de relieve nuestra imparcialidad histórica. 158

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