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LOS CAPUCHINOS EN FILIPINAS turnos. Llamaron a la policía; pero, como de costumbre, no cogieron a nadie 8 • El pueblo estaba indignado por este estado de cosas ; pues era sabido de toaos que aquéllo lo manejaba un pe– queño grupo de descontentos, enemigos por sistema de los frailes. Como aquéllo no tenía trazas de mejorar y estaban un tanto nerviosos, y casi sin protección por parte de la poli– ::ía, se reunieron en consejo y resolvieron salir del pueblo. La noticia se la comunicaron con mucha reserva a su íntimo amigo y protector el Sr. Mariano Canaon, que lo sin– üó grandemente; pero dispuesto siempre a ayudar a los Pa– dres, hizo cuanto estuvo de su parte para efectuar sin peligro la salida, que tuvo lugar la noche del 20 de septiembre de aquel mismo año 1904, llegando a Manila el día 23. Otra vez a San Juan de Bolboc. Al Sr. Arzobispo no le supo bien que nuestros Padres abandonaran la parroquia (de San Juan del Bolboc) y así se lo dijo al P. Superior, indicándole al mismo tiempo la conveniencia de que volvieran allí los Capuchinos. Así las cosas, vino un sacerdote filipino de la provincia de Batangas, diciendo al Sr. Arzobispo que el pueblo de 8. Las pedreas contra los conventos parroquiales han sido y siguen siendo por desgracia bastante comunes en Filipinas. En efecto, basta que alguna o algunas familias se pongan mal con el cura por causa de algún enlierro, casamiento, una reprensión, etc... para que los interesados bus– quen unos cuantos individuos de poca conciencia, los cuales a favor de la oscuridad se vengan del cura, apedreando el convento. Hay curas en Filipinas que han visto apedreados sus conventos muchas veces; sin embargo, sin asustarse por ello, han seguido en sus parroquias y han ocupado puestos de importancia en la diócesis 127
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