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BIENVENIDO DE ARBEIZA montando buenos o malos caballos según la fortuna y posi– ción de las familias. Fue tanto el aprecio y estimación en que los tenía el pue– blo, que les pidieron repetidas veces, se quedaran allí para siempre. Respondieron los Padres que nada podían ellos prome– ter, pues dependían completamente del Sr. Arzobispo y del Superior de la Orden. Esta era una manifestación sincera y espontánea del aprecio en que el pueblo les tenía; pero eso mismo exacerbó grandemente a algunos de los anti-frailes y anti-españoles, los cuales decidieron entrar luego en acción. Apedrean el convento. En efecto, pronto se turbó ese ambiente de paz y tran– quilidad. Una de las noches apedrearon el convento con pe– dazos de tierra dura o argamasa que, al chocar contra las puertas y ventanas y techo de zinc, producía fuerte ruído; levantáronse asustados y vieron algunos hombres que co– rrían en diversas direcciones. Dieron parte al presidente; se movilizó la policía, pero no cogieron a nadie. Desde aquella fecha no tuvieron una noche tranquila. Oían con frecuencia ruidos extraños en el convento. Una mañana, al ir a tocar las campanas, se encontraron con que les habían quitado los badajos. Todo ésto les obligó a tomar algunas precauciones. Tuvieron también disgustos con el sacristán, quien comenzó a hablar mal contra los Padres. Las pedreas nocturnas se repitieron varias veces. Una de las noches, después de haber conciliado un sueño reparador, (que buena falta les hacía) sobre las once y media, oyeron ruídos de pasos que se acercaban ... empezaron a forzar la puerta del dormitorio; casi, al mismo tiempo, se levantaron todos, poniendo en precipitada fuga a los perturbadores noc- 126

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