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BIENVENIDO DE ARBEIZA estaban viendo, pero, por desgracia, todo era dolorosa rea– lidad. Tan sólo quedaba en el suelo una parva de papeles sucios y revueltos. Muy pronto tomé la resolución, que afor– tunadamente fue acertada. Recogí todo en varios sacos y volví a San Miguel. Después de descansar un poco, empecé a registrar cuanto había traído, y por fortuna, entre los pa– peles hallé bastantes páginas de mi querida crónica o his– toria. Todo lo demás había desaparecido. Cuando en r94r se quemó parte de Intramuros, nuestro Convento e iglesia se salvaron. Así las cosas, pronto recibí orden del superior de volver a Manila, para recoger nuevamente los datos nece– sarios. Dios me ayudó, y, en poco tiempo, preparé otra re– dacción de la crónica. Ahora fui más previsor y, queriendo evitar un percance semejante al anterior, saqué tres copias dejando una en la Casa Central de Intramuros, otra en Sin– galong y llevándome la tercera a San Miguel. Cuando a fines de 1944 comenzaron los fuertes bombar– deos americanos, escondí cuidadosamente mis papeles bajo tierra. En este escondite los consideré seguros. Poco después se desencadenó la guerra con todos sus horrores. Pero la Providencia Divina quiso qúe muy pronto pudiésemos re– cibir a los soldados libertadores. Uno de mis primeros cui– dados fue, al llegar los americanos, desenterrar los papeles, que, gracias a Dios, se conservaban bien. Entre tanto ardía Manila por los cuatro costados, que– mándose nuestra iglesia y convento de Intramuros con todo lo que allí había, siendo una de las pérdidas más sensibles el archivo de la Misión 1 • l. Personas serias a quienes consulté, me aconsejaron dejar en su lugar correspondiente todas las notas o referencias que yo había con• sulfadn para mayor garantía y seriedad nistóricas. Doy fe de que cuan- 12

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