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BIENVENIDO DE ARBEIZA cano es muy distinta a la de un nativo, y con lo que éste pasa no puede pasar aquél. Así pues, le digo Excmo. Sr. que no puedo tomar aquella isla ; siendo tan evidentes los in– convenientes, no me atrevo a proponerlo al Rvdmo. P. Ge– neral. Desisto de tomar parroquias, porque hay muchos que están celosos y que sólo se alegran de que tomemos las que ellos desechan. Mi deseo sería fundar en la misma capital de Cebú una Casa-Misión para poner en ella una pequeña co– munidad de misioneros que recorriesen los pueblos dando misiones en ellos, cuando V. E. lo creyese conveniente, y, terminada la expedición apostólica, volviesen a la vida regu– lar de la residencia 17 • Creo que con eso se podría hacer mu– cho bien a las almas de la Diócesis de V. E. y por otro lado no nos haríamos antipáticos a V. E.". Ante todo, una dispensa al lector, por lo largo de la car– ta (aunque, como se habrá podido ver, es tan hermosa, que no tiene pierae) . Para que la entendiera mejor, la hizo traducir al inglés, y estamos seguros que su lectura produjo amarga impresión en el ánimo de S. E., aunque por otra parte tenía cierta esperanza, pues creía que los inconvenientes podrían con facilidad resolverse con la mediación de su compatriota el Sr. Gobernador General, y que a los dos meses, los misio– neros Capuchínos estarían de vuelta en la isla corno se lo habían prometido. El 29 de septiembre escribió el Sr. Obispo de Cebú al P. Morentin, diciendo que su pena y disgusto eran muy grandes, por no haber aceptado aquello que era lo mejor 17. En el mismo sentido había escrito unos meses antes al Sr. Arzo– bispo de Manila, mayo 6, 1904; y, al obrar así, no pretendía otra cosa sino cumplir con el espíritu y la letra de nuestras Constituciones, n. 209; sin embargo, la mayoría de los Padres estaban por las parroquias. El Pa– dre Morentin parece no estar seguro de sí mismo. 116

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