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LOS CAPUCHINOS EN FILIPINAS nos pasó. Todo lo cual no es sino para alabar a Dios que, por su misericordia, de tantos peligros nos libró. "Navegando todo el día expuestos al rigor y furia de los terribles elementos, llegamos felizmente a una isla cerca de Bohol y cuyo nombre no recuerdo. Saltamos a tierra e ins– peccionamos un barrio de nativos, situado en las orillas del mar. "Por no encontrar casa adecuada para pasar la noche, aecidimos levantar en la playa unas tiendas de campaña donde poder cobijarse y dormir. La temperatura se mos– traba plácida y tranquila, y la luna hermosa y bella derra– maba con profusión sus plateados rayos. "Tendidos en la playa tomamos una pequeña refección, y cuanao nos disponíamos a descansar, una turba de hom– bres y mujeres nos rodearon trayéndonos regalos. Les hi– cimos sentar en la playa y les dirigió cuatro palabras en lengua bisaya el clérigo filipino, que nos servía de guía 12 • "Esto terminado, se juntaron los guitarristas y violinistas del barrio juntamente con los cantores (que eran ocho mu– jeres) y con gran afinación y galanura cantaron una letanía a dos voces, el Ave Maris Stella, villancicos, etc., etc. Y así entre cantos y regocijo siguió la velada hasta las once de la noche. Repartimos como premio estampas de la Virgen de Lourdes entre las cantoras, guitarristas y demás circuns– tantes y les hicimos la señal de retirada. "A las once y media de la noche nos echamos a dormir sobre la arena, hasta las cuatro de la mañana, hora en que subimos a nuestra embarcación para proseguir nuestro via- 12. Este clérigo filipino, llamado P. Ceferino, era uno de los Padres que había en la isla de Siquijor; prestó muy buenos servicios a nues– tros misioneros, acompañándoles en los distintos viajes de inspección, dándoles informes y atendiéndoles con todo cariño y solicitud nada co– munes. 111

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