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BIENVENIDO DE ARBEIZA quiza. se decidió a hacer algo en este sentido. Y para ello, luego de terminado el Congreso Eucaríst1co, me mandó re– visar todos los documentos del Archivo de la Misión en Manila. En 1937, me envió con dichos documentos a la Pa– rroquia de la Ermita, a fin de que pudiese trabajar con más sosiego y quietud en el trabajo que me encomendara. Llevaba ya cinco meses de continua y penosa investiga– ción, cuando, en virtud y fuerza de las circunstancias, tuve que suspender todo mi trabajo, para encargarme de la pa– rroquia de San Míguel en la Provincia de Tarlac. Recibida la obediencia, empaqueté los documentos y, con no poco pesar mío, los trasladé al convento de Intramuros. Muchos eran en verdad los documentos que había examina– do y numerosos los apuntes tomados. El trabajo lo tenía bastante adelantado. Marché, pues, a mi nuevo destino; allí el estudio del dialecto pampango y las múltiples atenciones parroquiales, muy pronto me hicieron olvidar los documentos con los cuales había convivido casi medio año. Sin embargo, el M. R. P. Superior no se olvidaba del asunto, por lo que el año 1938 me mandó volver unos meses a Manila para conti– nuar y, a ser posible, terminar el trabajo, pensando publicar– lo, sin pérdida de tiempo, al celebrar el cincuentenario de la Misión de los Padres Capuchinos en Filipinas. Terminado felizmente el trabajo, para que éste fuese más perfecto y verídico, repartí los distintos cuadernillos entre los Misioneros, los cuales satisficieron bondadosamen– te mis deseos. Todos ellos me indicaron muchas y provecho– sas correcciones, especialmente el M. Rdo. P. Alfonso Mª de Morentin, el M. R. P. Eusebio de Azp:licueta, el P. Román de Vera, el P. Bias de Guernica y el P. Fernando de Erasun. Gracias a la adquisición de estos nuevos datos, pude hacer al poco tiempo una nueva redacción y continuar los prepa- 10

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