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-87- so que es verdad lo que me di ces de las misericor– dias de Dios con mi alma ingratísima, y que debo a Su Majestad una rectísima intención en lo poco que hago, un deseo ardiente de llenar su santísima vo– luntad y extender la santa fe y religi ón por todo el mundo, pues no hay ni puede haber otro Dios a quien debemos servir y amar. Pero no te has persua– dido de que mi necesidad es de ser santo, y que dis– to infinito de serlo, porque vivo en una continua di– sipación de espíritu entre infinitas culpas, domina– do de la ira y de todas mis pasiones , sin nada de lo que es vida espiritual, interior y mística a que he si– do llamado ... ¿Quieres tú, hermana mía, que yo me conforme <:on esta vida, que es abominable en cualquiera otro que no tiene las obligaciones que yo? Lo que yo pi– do y en lo que te empeño es en que consigas de tu .divino Esposo la conversión de mi alma a una ver– dadera y constante peni tencia de mis culpas y al <:umplimiento debido de mis obligaciones. ¿Qué pido en esto que no deba ped ir? Si me amas de verdad, como yo a tí, consígueme esto , y no te cansaré con más empeños. Tu afmo. hermano que más en jesucristo te ama FR. DIEGO J OSÉ DE CÁDIZ. Acompáñame en este viaje y vamos a hacer la causa de Dios». ¡Admirable hermandad la de estos siervos de Dios! ¿Quién no se enternece, al contemplar a esta sua ve, espiritual, humilde y delicada monjita, palo– ma mística que anida bajo la fortaleza de la Alham– bra? Todavía nos da más que pensar si está relacio– nado con la insistencia del P. Alcober , de llevar al

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