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- 85- cho nada tienes que decirme. Lo contrario no lo creo, ni puedo creerlo. Dime, después de esto: dentro de tu alma ¿deseas más que ser de Dios y hacer su vo– luntad en todo y darte todo a Su Majestad? Aunque sientas tedios, cansancios y resistencias, con todo, ¿puedes negarme darías la vida por su amor? Pues ¿qué quieres, hermano mío? ¿No ser hombre y sólo ángel? ¿No conviene, ni Dios te lo concederá, como tú lo quieres, a que lo seas en lo formal y modo que Dios hace ángeles a los hombres. Ahora ¿qué te– mes? ¿Qué dudas? En tí no hay nada, del Señor es todo, como lo experimentas en las Misiones, y aho– ra lo experimentarás más claro en las que vas, pues es más la necesidad de ellas; (1) y no ignoras la que padece la religión, la que te encat go con todas las veras de mi corazón, que está lleno de amargura, viendo lo que pasa y el lamentable estado a que ha llegado. Cuida de esto y Dios cuidará de tí en todo. Nada temas, ama mucho, espera más y más gracias del Señor, que te las dará ciertamente, para que co– rrespondas, no sólo a tu vocación, sino también a tantas y tan innumerables gracias que te ha conce– dido . Ciertamente, si todos los poros de tu cuerpo fue– ran lenguas, y todas las emplearas en alabarlo, no corresponderías. Alábalo en lo que te ha dado, pre– dica sus misericordias y su justicia, tan justamente irritada contra nuestros pecados . Y con esto sólo, no riñas más ª tu pobre hermana, ni la amenaces ccm el castigo de que no la querrás más, que no tie– nes razón por lo que dices, y sóL:> la tienes por lo que yo soy, pues no merezco tu amor ni tu memoria; mas mi necesidad es acreedora a que no me casti– gues, y más cuando yo no dejo de hacer lo que tú (1) Se refiere a las de Galicia. (Nota del A.) 7

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