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- 74 - t J. M. y J. Sevilla 21 mayo de 1778. Mi Sra. Marquesa de Villasierra: Mi más amada en el Señor: Este nos dé su gracia para que le sir– vamos. Con la ingenuidad que usted en mí conoce, le aseguro me ha sido tan sensible su quebranto, cual si usted fuese para mí la más inmediata. Yo la acom– paño en él, y quisiera ser capaz de aliviarla en las aflicciones que lastiman su corazón. Mas, señora, Dios nuestro Señor, que la ha puesto en esa prensa, vive dentro de su alma para desde allí fortalecerla; está a la vista de todo para no desampararla; ama a usted, la quiere como a su escogida, la mortifica y la aflige. Usted será dichosa, si, resignada con su divi– na disposición, se pusiere enteramente en sus manos para que ahora y siempre haga lo que sea de su ser– vicio y agrado. La mano de Dios que nos mortifica , igualmente que nos lastima, nos da vida y ccnsuelo. Tanto de– bemos apreciarla y besarla en la ocasión que nos re– gala, como en la que nos castiga, si es que puede llamarse castigo lo que se dirige al mayor bien del alma y del espíritu. Los bienes y los males son de Dios: si aquellos los recibimos con gusto, estos ¿por qué ne,? Tal es su bondad que, aun cuando enojado nos castiga, no puede contenerse en usar de su mi – sericordia. Si nos pone en lo más profundo del abis– mo, de allí sabe extraernos para consolarnos, y, lo que es más, siempre que nos pone en tribulación asiste con nosotros y en ella nos acompaña. ¡No! No

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