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- 71 - en decirle lo que siento en el mio, y por lo que me dice se confunde, ello es innegable que usted y yo debemos ser aún lo que no somos. Vamos, pues, a serlo con el Diliges Dominam Deam taam ex tofo carde tao, ex tata anima tua, ex tata mente taa et ex omnibus viribas tuis etc. Sin esto nadu tenemos, aunque hagamos prodigios de fortaleza, de misericordia, de sabiduría. Vale mucho para esto el considerar la muerte cerca y nunca lejos de nosotros. Dice usted que tiene la mano derecha enferma y medio baldada por su tirantez de nervios. ¡Jesús! ¿Cómo se dice eso de una mano que debe estar muy suelta y extendida para socorrer ajenas necesidades, según aquello ivf.anam saam apemit irzopi et pal– mas suas extendit ad puuperem? ¡No, señor, no va eso bueno! ¿Qué se dirá? ¿Qué ejemplo daremos? Mano que debe ser limosnera y dadivosa, ¿encogida nada meno~? ¿Un sacerdote, canónigo y Tesorero de su Iglesia con la mano de las limosnas atada? No puede ser. Dios es fidelisimo, la acción de dar por su amor es santa y la necesidad verdadera. Pues vaya fuera todo encogimiento. Entrela usted luego, lue– go en donde encuentre algo, extiéndala a la primera necesidaa que Dios le lleve y quede perfectamente sana. Haga usted algo de su parte, que no ha de ha– cerlo todo un miserable fraile gallego, si no, por las que tengo en la cara, que hemos de reñir los dos. Tengamos la fiesta en paz. Como deseo, tenga usted los días de Ntro. San Cayetano, en el que aplicaré por usted la Misa, si vi– vimos. Pero no estamos para fiestas, en medio de tan· tos desastres. Vizcaya en poder de los enemigos, Navarra en peligro, y nosotros poco seguros. Llora sangre el corazón, y la lengua no puede hablar. Oiga usted en cambio los lamentos de una pobre doncella que desea ser religiosa, y aun antes de ser-

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