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-51 - ridad, como señora de las gentes, o por lo menos tener la felicidad de dar mi sangre y mi vida por la Santa Iglesia Romana. Si tú fueses tal que me consiguieses de tu divino Esposo este bien imponde– rable, sólo Su Majestad sabe lo que en ello le agra– darías y lo que ganarías para tí. Haz algo, hermana mía, por aquella infinita caridad que nos expresa el Eterno, cuando dice de su Unigénib: Ecce Hamo. No puedo más. Manda cuanto quieras, segura de mi buena ,buena voluntad, y encomiéndame a nuestro Señor, a quien ruego te g uarde muchos años en su santo amor y gracia. Tu siempre afmo. hermano y siervo en Cristo FR. D1EGnjosÉ DE CA1i1z. » La Madre Gertrudis le contesta con estas signifi– cativas palabras: «Me he alegrado del alivio de mis amadas sobri– nas. Dios lo continúe, como esta mala tía les desea y pi de a Dios, junto con que se te haya quitado el mie– do que dices tienes a la que rem itiste la esquel a, pues nada hay de miedo, donde está Dios, y más cuando tú estás más lejos, que sólo esto hay que temer y nada más, porque lo que sólo se ha ce a fuerza de caridad y lejos de pasión no hay duda es obrn sola Dios. Y así, amado hermano, no temas , que el Señor hará lo que tü no puedes . Esto es védad. De la otra me alc:gro de l estado en que se halla, por ser tan claro y seguro, pues arrastrarse en esta vida es levantar el vue lo a la eterna. No me deja a mí de compadecer, y sobre todo su caimiento de áni– mo, y he pedido a Dios le dé esfuerzo púra vencer semejante tentación, que es por donde el enemigo puede hacernos más daño. De sus males le deseo ali-

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