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- - 488 - la infundieron ante todo en su hijo desde sus más tiernos afias. Por su parte el nifio, dotado de feliz lndole, correspondió aventajadamente a la educa– ción, y, grabadas en su ánimo las paternas ensefian– zas , mantúvose inmune y libre de toda grave man– cha. Huyendo asimismo de diversiones y juegos, contra la ordinaria costumbre de la infancia, deleitá– base solamente en hacer y adornar capillas, y érale dulcísimo solaz estar al romper el alba en las puertas del templo para ayudar el primero el santo Sacrifi– cio de la Misa. Y su amor hacia Dios llegaba al punto de que, nifio aun, en lo más avanzado de la noche, se levantase del lecho para orar, acostumbrando además castigar con azotes su inocente cuerpo y rodear con cilicio su cintura. Con la aspereza de se– mejante vida, fácil es comprender cuanto florecería· en José la castidad; la cual, unida a la modestia, guar– da de todas las virtudes, fué para él lo más suave y lo más arraigado. Entrado en el curso de los estu– dios, notóse en él extrafio encogimiento; pues como, fuese reputado insuficiente para sobrellevar tal car– ga, él, por más que le fuese en extremo dolorosa , por· la pena que de ello debía llevar su padre con seme– jante resolución, sin embargo, resignase enteramen– te a la divina voluntad. Desde este tiempo, cansa- · grado cada vez más a la piedad, como acudiese to-· dos los días a la Iglesia de los Capuchinos, con más frecuencia se acercarse al celestial convite y ansio– samente leyese las vidas de los santos varones de aquella Orden, que le prestaban los religiosos, co– menzó a inclinar su ánimo hacia esta Franciscana Fa– milia. Mas no es decible cuanto dolor sintió viéndose rechazado por razón de su incapacidad. Firme con to– do, e inquebrantable en su propósito, y confiado en. el divino auxilio, que asiduamente imploraba, se en– tregó con tal conato de á¡;¡imo al cultivo de las letras,.

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