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- 477- En el interior de España, en aquellos desgracia– dos tiempos de impiedad y anticlericalismo, hizo cuanto pudo el infierno para malograr tan gran – diosa manifestación de fe . En Madrid se desbocó la prensa liberal. En Barcelona se excitó a las turbas, y en todas partes se lanzaron noticias alarmantes, insid ias y falsedades, atribuyendo determinadas ten– dencias políticas a la peregrinación. En Valencia se dió el vergonzoso espechículo de silbar a los pere– grinos y atentar con tra el Excmo. Sr . Ob ispo de Madrid, que se vió en gran apuro, por empeiiarse los impíos en estorbar el embarque, el cual se tuvo que hacer bajo una lluvia de balas; pero nada entibió la fe de aque ll os hewes, y desde Cádiz , Valencia y Barcelona se hicieron a la mar el Buenos Aires, el Rabat, el Baldomero Iglesias, el Bel/ver y el JVlonfevideo, una verdadera flota de trasatlánticos , con rumbo a Civita Vecchia, mientras otro numero– so grupo emprendía el viaje por tierra, juntándose entre todos 14.000 peregrinos, presididos por 22 Prelados españoles, entre Arzobispos y Obispos. (1) Desde el año 1870 las beatificaciones se venían celebrando en la logia o sala, que está sobre el pórt i– co de S . Pedro . La inmensa masa de los peregrinos españoles , más otra igual o mayor que suele acudir a estos actos del pueblo romano, obligó a restaurar la antigua costumbre y celebrarlas en S. Pedro, ya preparado para las fiestas jubilares, permitiéndolo así la Providencia, para que el triunfo del Bea to Diego fuese mayor. Omi timos reseñar las fiestas jubilares, para ceñirnos a nuestro asunto. E l exorno (1) Otros hacen subir a 18 000 la cifra de peregri– nos que se juntaron en Roma . Confiesa el Emmo . Car· denal Aguirre, que fácilmen te se hubiera podido dupli– car el número, a no haber sido tanta la oposición y los peligros .

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