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-464- dan como si estuvieran adheridos a la carne ensan· grentada. (1) En hecho era innegable. Cogieron la tela man– chada en sangre y un hueso, y la llevaron a Roma, haciéndola examinar por el Dr. Ratti , profesor de quími ca en la Universidad de Roma. El profesor Ratti dió dictamen afirmativo, y con él se fueron a la S. Congregación. El Fiscal o Promotor de la Fe, opuso que no había seguridad, porque el criteri o más seguro era encontrar los cristales de enina, o el clorhidrato de hematina . Esta objeción, y el procedimiento equivocado a que di ó lugar , retrasaron el proceso de beatificación más de 20 años . Nombróse una Comisión, compues– ta por el abate Conte Castrance, el Dr. Domingo Colapietro y otros. Esta Comisión, según las reglas de la medicina forense, no se preocupó sino de obtener los cristales de eni na. «No pensaron es tos hombres ilustres-dice el Dr. Murino - que la prueba química de los cristalel> de enina no es ni la so la ni la única prueba para descubrir la presencia de la san– gre. )) «Además - prosigue el Dr. Murino- la tela presentada no t enia autoridad. ¿Quién la presentaba? El Postul ador de la Orden . ¿Con qué autenti ci dad? Con ninguna. Era necesario traer los huesos. El S. Pontífice, León XIII, ante la relación del Ca rde– nal Ponente, ordenó que , debiddmente autenticados y custodiados , se llevasen varios huesos a Roma. La Comisión científica, nombrada al efecto, en 1882, la formaban el Rdvmo. D. Felipe Bonetti , (1 ¡ Certificado de D. Mari ano de Gálvez y Ruiz, Licenciado en Medi cina y Cirugía, facultativo de ofic io . En él declara que no conoce hecho igual en la historia de la medici na , y obse rva lo que más tarde el Dr. Mu· rino . la incorrupción de los huesos.- Ce rtifi cado del Sr. Reguera, médi co igualmente que presenció el hecho .

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