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-491 - Pasaba las noches orando y meditando, y cuando el sueño llegaba a oprimirle, puesta en tierra la ro– dilla, y recostada la cabeza en los extremos del le– cho, reanimaba en algo sus fuerzas para emprender los nuevos combates del Señor. ¿Qué diremos del afecto del heroico varón a laVir– gen Madre de Dios, a quien bajo el título de Nuestra Señora de la Paz y Madre del Buen Pastor honró con particular cariño? ¿Qué del culto, en verdad sobera– no y singular, que a la Santa e Individua Trinidad profesaba, y cuyas glorias pregonaba con tal alteza de palabra, que llegó a ser llamado por voz común Apóstol de tan encumbrado Misterio? De la ardentí– sima devoción de Diego bastará decir solamente, que, terminados sus sermones del amor que a Dios debemos, parecía que era arrebatado a gran distan– cia de la tierra, y por la conmoción de su espíritu era preciso que otros le ayudasen a bajar del púlpito. Tales excelentísimas virtudes fueron motivo so– bradamente poderoso para que en todas partes se agrupasen copiosas turbas de hombres, para oi r al santo anunciador del Evangelio , y con frecuencia, no cabiendo en los más vastos templ os, les dirigía la palabra en las plazas públicas, estando todos de pie y sin moverse por tiempo de algunas horas . Acaba– dos sus sermones era menester que algunos soldados le custodiasen, a fin de evitar que le atropellase la muchedumbre o que le destrozasen el hábito. A es– tos honores, debidos a su saber y vida íntegra, se 11gregáron frutos provechosísimos y dignos de alto encomio; es a saber: banderías y odios, que en mu– chos lugares habían subido a gravísimo estado, arran– cados de raiz; teatros que eran dañosos a las buenas costumbres, o cerrados, o totalmente destruidos; li– bros obscenos entregados al fuego; hombres blasfe– mos apartados de esta perversa costumbre; herejes,
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