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-490- indeciblemente esforzado emprendió este nuevo ejer• cicio. El éxito fué tal, como más no podía desearse; donde quiera que dejaba oir la divina palabra, se extingllían al instante los odios entre los cil!dadanos y eran arrancados del lodaZctl de los vicios los que antes vivían abrumados de crímenes. Así es qlle los Prelados, para qll e más fácilmente pudiese disemi– nar tan abundantes y hermosos frlltos, acordaron darle el nombramiento apostólico. Pero como Diego sintiese hllmilde y bajamente de sí. con incensantes ruegos suplicab::i a Dios qllisiese eximirle de este cargo, atentida la cortedad y flaqueza de su ingenio; mas alentado maravill os ament e por la divin a gracia, no sólo lo cumplió, sino que con creces tocó a su cumbre. Porqu e, comenzando a recorrer toda Espa– ña, no perdonó ningún género de trabajos para dar el sustento de la soberana verdad; y su elocuencia, no afectada, sino apoyada en la eva11gélica sencillez, y siempre acomodada a la cond ición de los oyentes, cauti vó y despertó a cristiana vida a castillos, al– deas, ciudades , numerosas universidades y alguna vez a la misma real corte. Por lo cual fácil es com– prender con cuantos dones hubo de ser Diego adorna– do por D ios para estefructífero ministerio;pues,s1en– do antes dificultosa su pronunciación y estando falto de letras , su elocuencia y su saber, fué luego , contra la común esperanza, la admiración de todos. Añádase que a estos preclaros dotes juntó altísi– ma santidad de vida; porque, ardiendo en celo de la gloria de Dios y la salud de las almas, del púlpito corria sin darse reposo al confesonario para oir al pecador, empleando lo restante del día, ya en ins– truir a los n 1 ños en el Catecismo, ya en visitar los hospitales y las cárceles, ya en otras obras de igual índole, hasta anhelar, como única ventura, padecer muerte por caridad.

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