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-<!SS- ·que, puesta de nuevo a prueba su instrucción, fué hallado sobreabundantemente idoneo para emprender la Franciscana Milicia. Cuyo fausto acontecimiento atribuyeron entonces todos, no a trabajo de José, sino a largueza de Dios, que en sus altísimos consejos «escoge lo neci o del mundo para confundir a los sabios ». (I Cor. 1-27). Hench ido el espíritu de alegria, <l ió principio en Sevilla a i,u novici ado, y allí, revest ido del hábito del Patriarca santísimo d·~ Asís, y tomando el nom– bre de D ieg0 J osé , <li ó seih!ados ejemplos de todas las virtudes, singularmente de castidad, de obedien– cia y de amor de Dios, el cual maravi llosamente re– velaban sus ojos y su semblante, y cumpl ido el año de prueba, y vencida la dlld:1 con que el enemigo de los hJmbres le combatió por algún tiempo, pronun– ció, rebosando en indecible júbilo, sus votos solem • nes el día 31 de marzo del año 1759. Desde luego se propuso inclinar su corazón a dar de mano a las cosas temporales y consagra rse por completo a las del cielo . Terminada la filosofía, se aplicó con ah inco al estudio de la ciencia divina, en la cual fueron tales sus progresos, como más tarde lo demostró su aventajado saber y santidad. Admiti– do por fin al sacerdocio, sintióse por este beneficio ligado con Dios por más estrechos lazos; por lo cual, no sólo puso part icular esmero en la observancia re– gular, s ino que aun con ayunos nunca interrumpidos , con vigilias, con oraciones y exq uisitas mortificacio· nes , de día en día fué subiendo los más levan tados grados de perfección. Pronto se abrió a los ojos de Diego el campo fe– cundo de su gloria; pues habiéndosele ordenado pre– dicar al pueblo, aunque se tenia en s u parecer por inhábil e inexperto, sin embargo, siempre obedecien • do sumiso a la palabra de los Superiores, con ánimo

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