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- 481 - cacia de la palabra del gran Apóstol, que la había salvado. Flotaba sobre aquella masa humana la gran figura del inmortal León XIII; el Ta es Petras al• ternaba con el Clzristus vincit, Clzristus regnat, Clzristus impernt, y sus ecos se perdían en la in– mensa cúpula; y una ovación continua de 50.000 fieles, gritando y dando vivas al Papa Rey y aplau– diendo, hacían el triunfo del Beato Diego tan gran– de, tan colosal y extraordinario, que los asistentes creyeron hallarse en la antesala del cielo. Cuando el S. Pontífice llegó al altar, descendió de la silla gestatoria, y oró largo rato ante el Beato Diego J. de Cádiz, encomendándole la Iglesia, ro– deada de peligros, y rogando por Espafia, que tan hermosa prueba daba de su fe. Expuesto el Santísi– mo Sacramento, S. Santidad se acercó a incensar; se rezó después el Santo Rosario, y terminado éste, la Letanía cantada,el fste confessor y el Tantum ergo, adelantándose Su Santidad a la incensación final y volviéndose después al reclinatorio, mientras Mons. Lenti daba la Bendición con el Santísimo a la arrodi– llada muchedumbre. El Rvdmo . P. General y Postu– lador de la Orden Capuchinn, después de la Reserva, presentaron a Su Santidad los dones de rúbrica, el ramo de flores artificiales, la vida del nuevo Beato, lujosgmente encuadernada ( l) y la reliquia, encerra – da en val ioso relicario de plata. El Pontífice, después de haber dirigido al Rvdmo. P. General de los Ca– puchinos breves palabras de congratulación, volvió a subir a la silla gestatoria. El entusiasmo de la multitud de fieles no conoció límites. Los vivas al Papa Rey atronaban el espacio; las manos se cansa- (1) La escribió en italiano para este objeto el Rvdmo. P. Paulo de la Pieve, Predicador Apostólico. - Roma: Tipografía Salviucci.-1894 .

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