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CAPÍTULO llI El Beato Diego como Director Los biógrafos del Beato Diego no hicieron mu– cho hincapié en este aspecto del apostolado del Sier– vo de Dios, el más difícil por los raros dotes que exige para no sufrir peligrosas equivocaciones, y el más glorioso, porque es modelar expresamente a las almas santas y conducirlas con paso firme por las al– turas de la perfección y santidad, dejándolas en los brazos de Dios. Si nos admira como dirigido por la experta mano del Padre González y la inflexible del Padre Alcober, aquí nos encanta entre este puñado de almas elegidas , donde aparece con esa ciencia so– brenatural que llega hasta los más profundos replie– gues de la conciencia, y con esa ternura tan simpá– tica de un corazón de padre y amigo que nos sub– yuga. Forman al director una sólida cultura que abarca la Fil osofía, la Teología, la /\foral y sobre todo la Mística, ciencia altísima y escondida que se alza so– bre todas para labrar con sus de.tos el espiritual edi– ficio; y sobre estos dotes, el discernimiento de espí· ritus , sin el cual es muy fácil engañarse, tomando por fenómenos sobrenaturales los que no transpasan los límites de la natural e;,a o son únicamente suges - tiones diabólicas. Es pasmosa la seguridad con que el Beat-:> se mueve en este terreno resbaladizo, lo mismo cuando afirma que un espíritu es bueno, como

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