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-462- opinión del facultativo, pues tenía menos resistencia. El 4 por la noche me preguntó la Superiora ¿a qué santo me había encomendado antes? Le contesté por señas que a ninguno, y aunque no quiso nombrarme al Venerable, me encomendó muy especialmente, sin invocar ya ningún otro santo. Aquella noche no hacía más que venirme a la imaginación el Venerable; pero lo desechaba, hasta que el día siguiente, 5, viendo que también iba perdiendo el oído, y molestándome mucho la idea del Venerable, le pedí interiormente, con confianza de que por su intercesión lo había de conseguir, que, si era voluntad de Dios que viviera para servir a los pobres, inmediatamente me encon– trase buena, con propósito de publicarlo, si así suce· día, por su beatificación. En el momento me encon– tré buena, como si nada hubiera padecido, con dis– posición de levantarme, como lo verifiqué. Jvle bebí enseguida un vaso de agua y comí un bizcocho. Cuando esto sucedió, esto es, cuando hice la petición, era la un& y media, y a las dos ya había bajado a la pieza de labor sin necesidad de agarrarme de nadie. Comí con bastante apetito un plato de pescado, que yo misma compuse, y pude ponerme hasta a coser. Pude ir con la Comunidad a la oración, y desde en– tonces pL1de seguir todos los actos de la misma y dedicarme al servicio de los pobres. Jvle ha vuelto el color natural, y parece que no he estado mala, según lo ági l que me encuentro. Esta curación instantánea llenó de admiración y asombro a todas las hermanas y demás personas del establecimiento, y otras extrafias que esperaban por momentos que expirase, y lo han atribuído a un mila– gro visible, como yo lo creo segurísimamente. Y en testimonio de ser verdad todo lo que he dicho , lo fir– mo en Sevilla, a 15 de diciembre de 1862. SOR ADELAIDA Qumoz DE HERRERA,

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