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- 460- jo, elcual no ha desaparecido hasta mi restab '. ecimien· to milagroso. Además se me aplicaron cataplasmas y una fuente. Así vine a estar un mes , y poco a poco pude empezar a ievantarme, pero sin desaparecer la calentura ni los demás síntomas, que hadan una enfer• medad a juicio de los facultativos, incurable. Esto ha · cía que la mayor parte del tiempo tuviese que estar en cama. Tuve, durante la enfermedad, temporadas de estar muy ronca y no poder subi r escaleras, ni andar; pues , cuando me violentaba un poco, me ponía en un estado de no poder hablar y con unas fatigas, que parecía me iba a quedar en ellas, con un desgano de comer te rribl e: de lo único que tenia gana era de beber muchos refrescos, pues era lo que me faltaba. El caldo me hacía mal. En enero de 1862 volvi a ponerme de bastante gravedad, aunque no tanta como antes; entonces se me aplicaron cataplasmas en el dolor y varios expec – torantes como antes. Después de algunos días de gravedad, encontré algún alivio para poderme levan– tar algunos ratos. En este tiempo , viendo que la fu en– te no me servia, me la cerré, porque se me principió a hinchar el brazo. En abril principió a apretárseme la garganta, en tales t érminos, que hasta lo líquido me molestaba. Los med icamentos, en lugar de hacerme bien , me ponían peor. Vine a ponerme de modo que, ni podía anda r sola , pues si daba algunos pasos había de ser agarrada de una hermana. Las fatigas, que lle– vo dichas, eran ya todos los días, durándome cinco o seis horas. Ultimamente en mayo llegué a ponerme sin poder tragar ni aun agua, así que todas las bebidas eran inútiles. Se me volvieron a apl icar cantáridas y sanguijuelas, pero no experimenté alivio. En este estado se me administraron los Santos Sacramentos el 24, y el 25 perdí el habla y la vista, no el oído, que lo tenía muy fino , y estaba en todo

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