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- 4'.2 - cartas, puede leerse en el capítulo LXXI X de la vi– da del Cardenal Vives, que no insertamos aquí para no hacer in terminable el nuestro , ded icado al mismo asunto. Juicios de los contemporáneos.- Cerremos este con los test imonios y juicios acerca de su pre– dicación. Conocemos el del V. Padre González, la primera vez que lo oyó. Los g randes oradores con– temporáneos suyos, el Padre Teodomiro de la Ve– ga , de Sevilla, y el Padre Soriano, de Málaga, los Ca rdena les Delgado y Venegas, Lorenzana, Queve– do y Quintana y el Cardenal Infante Barbón, los Arzobispos y Obispos tvl arcos y Llanes, Ferrer, Ceballos etc. se asombraban de oi rl o y hacían de su predicación los mayores elogios. El célebre Quinta– na no salía de su asombro al oí rl o; Mora , volteriano y todo como era, compuso el célebre soneto que he– mos ci tado , y Ortiz Zárate, Valcárcel y otros sabios de su tiempo, especialmente el P.Santander, lo tenían como el príncipe de la ora tori a española de su siglo.

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