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CAPÍTULO XXXII 1' Proceso de Beatificación (1 .rn) Sobrevinieron, a los pocos años de muerto el Siervo de Dios, los tristes días de Trafalgar y de la Guerra de la Independencia . Invadida la Península y llegando los frances es hasta las puertas de Cádiz, en aquel espantoso conflicto, arruinados y casi de– molidos los conventos, aventados los archivos, no hubo tiempo ni sosiego para nada, si no fué para reconstruir , a fuerza de· privaciones y heroísmos, la casi deshecha Provincia. Cuando los franceses avanzaban hacia Andalu• cía, la plaza fuerte de Cádiz, temiendo ser ven– dida por sus propios jefes, se sublevó, pidiendo su destitución y su cabeza. En tan críticos momentos, un discípulo del Beato Diego, el inmortal Fr. Maria– no de Sevill a , al frente de la Comunidad de los Ca– puch inos, se dirigió en procesión a los sublevados, les arengó con fogosa elocuenci a, haciéndc,Jes ver los males que su rebeldía atraería sobre la ciudad y sobre España, y el pueblo y las tropas amoti– nadas se pusieron a sus órdenes, y lo eligieron Go· bernador Militar, haciéndole tomar posesión solem• ne, jurar fidelidad al rey y a la patria, y entregán· dole las llaves de la ciudad. El nuevo Gobernador Militar mandó prender a los generales y llevarlos a su convento, con el fin de salvarles la vida; rasó re•

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