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-453- postura alguna , ni dormir poco ni mucho, pasando así trece días y declarando al verla los médicos que pelígraba su vida. Llamó la enferma a su esposo, le pidió perdón , y le encomendó a sus hijos, creyendo que era ésta su última hora. Entonces slt esposo le dirigió las palabras de consuelo, que en aquel mo– mento pudo articular, y le dijo: Tranquilízate que voy a traerte un médico, el cual te curará. Fué a su gabinete, y, tomando una imagen del Beato Diego, de las que se sacaron, representándolo en el lecho de muerte, se acercó a la habitación de la enferma, y , mostrándole el cuadro, añadió: «Aquí tienes el mé– dico que te ha de curar por la misericordia de Dios. Encomiéndate a él, pídele su intercesión, ten fe y descansa, como he hecho yo, que he prometido pu– blicar el milagro si lo hace, y contribuiré con una limosna para los gastos de su beatificación, de la que se está tratando ». Y puesto el cuadro al lado de la cama, dijo:-«Ahora que iienes una buena com– pañia, duerme ». Durmióse la enferma durante tres horas, y a la mañana siguienie empezó la mejoría. Sorprendidos los médicos D.Jacinto Fernández y don D. Domingo Garda y Villaroya, y preguntaron qué había ocurri do, y, viendo la curación milagrosa, le ordenaron levantarse. Continuó la mejoría hasta su total restablecimiento, y al primer hijo que tuvieron pusiéronle el nombre de Diego José, en señal de agradecimiento. ( 1) Infinidad de curaciones podrían añadirse aquí, recogidas por la tradición; mas las omitimos para reseñar el largo proceso del Siervo de Dios. (1) Proc. 432. 30

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