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-451- capuchino, y al momento que tomó el caldo, empezó a gritar, diciendo que estaba bueno y quería ves– tirse. (1) Una religiosa Capuchina, refiere así el milagro obrado con ella: «Yo, pobre religiosa, del monaste– rio de Capuchinas del Puerto de Santa María, ates– tiguo que, hallándome gravemente molestada de un fuerte dolor de estómago y cólicos varios días , pade– cí ansiedades y fatigas de muerte, la que esperaba muy pronto. En tal circunstancia y movida a piedad toda la Comunidad, una de mis hermanas en religión me dió un relicario de su uso, dentro del cual había un pedacito del hábito del V. P. Fr. Diego José de Cádiz, para que pidiese a Nuestro Señor mi alivio por los méritos de su Siervo. Comencé a hacer algo de resistencia , diciendo que ¿cómo podría tener más virtud el dicho Padre que un Lignum Crucis que se encontraba también en el relicario? Mas al instante me vino un escrúpulo por mi poca fe e hice mi súpli– ca con el mayor fervor. ¡Cosa rara! Sin concluirla, y teniendo aún el relicario aplicado al vientre, repenti– namente sentí el deseado alivio y salí del peligro en que me hallaba. Al momento se calmaron todos los dolores y fatigas hasta el punto de verme del todo bien de aquel mal. Esto ocurrió en presencia de cua– tro religiosas que hacían compañía ». (2) En la epidemia del cólera de Sevilla de 1803, ca– yó el declarante y testigo de este milagro atacado de la epidemia, tan gravemente que todos desespe– raban de su vida . Una noche en la que estaba próxi– mo a la muerte, le dió un desmayo o colapso tal que todos, incluso el médico, creyeron que se moría. En esto, lejos de haber perdido los sentidos, con extraer- (1) Proc. 427. (2) Proc. pág. 4'.<S.

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