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- 449- Al anochecer, creyendo que se iba a morir, según la– fuerza del dolor, le vino la idea de invocar al Padre Cádiz, con estas palabras:- «Padre Fr. Diego, si es verdad que estáis en la presencia de Dios, como pia– dosamente lo creo , haced que obtenga de S u Majes– tad el que se me pase este dolor, si así me convie– ne )) . No supo decir el enfermo qué sucedió primero: si concluir de decir estas palabras, o verse libre del dolor y fiebre, que le afligia . Entró en la celda el en– fermero Fr . Francisco de San Sebastián, a llevarle una taza de caldo, y le dijo con grande alegría: - «Fr. Francisco, el P. Fr. Diego de Cádiz ha he– cho ahora en mi un milagro , porque, por su interce– sión, me encuentro libre de todo mal )) . El enfermo, con gran asombro de todos, quedó sano del todo, !>in que le repi tieran ni el dolor ni la fiebre. (1) D. Tomás Rodríguez, párroco de Villaluenga, manifestó al P. Pablo de Ubrique, con las formalida– des de rigor, que una mujer, vecina de Ronda, estan– do su marido agonizando de una enfermedad pulmo – nar, y aterrada con la pespectiva de quedarse viuda con cuatro hijos de poca edad y en el mayor desam– paro, se fué a la Capilla de la Paz, y sobre el sepul– cro del Beato, en el altar de San Joaquín, con la fe de la Cananea, confesándolo bienaventurado y be– sando el frío mármol, suplicó al S iervo de Dios, que intercediese con Su Majestad, si gozaba de su pre– sencia, para que la remediase en tan grave y urgen– te necesidad. Persever-1 así largo tiempo y cayó al fin desmayada; y cuando se repuso un ¡;¡oco de su desmayo, voló a su casa, creyendo encontrar muerto a su marido, viéndolo, por el contrario, repentina – mente sano y pidiéndole dé comer. Le preguntó por la hora de su instantánea curación, y resultó ser la (1) Proc. .J23.

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