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-.J-16 - al lado de la cama, consolándole y diciéndole un Evangelio. Toda la Comunidad fué testigo del pro• <ligio . (1) Subiéndose una mujer, en Sevilla, en una escale– ra portátil, se cayó de ella y se le cayó la escaleM también encima, quebrándosele una pierna. Se la entablillaron, pero en vez de anquilosarse el hueso, se llenó de llagas y le sobrevino una fiebre violenta y un ataque de erisipela, de modo que creían que sería neces&rio amputársela. La divina Providencia dispuso que pudiese adquirir un pedacito de la ven– da, que en la última sangría le había servido a nues– tro Beato, y apenas se la aplicó a la pierna, la movió, no encontró llagas, cesó la fiebre, levantándose de la cama al tecer día y empezando a andar por la ca– sa, todo lo cual afirmó con juramento. (2) Cuéntase de una flor de Sánta- María_,_q_u_e_e_s.,.tu-– tuvo en las manos de nuestro Beato, hallándose de cuerpo presente, después de siete días la sembraron,. y creció de tal modo que con ella se obraron grandes prodigios en los enfermos que tomaban en infusión las flores o se las aplicaban. Los PP. Pablo de Ubri– que y Felipe Benicio del Puerto publicaron de ella varias curaciones milagrosas, entre ellas las de un niño con tercianas, que estaba casi desahuciado y sanó repentinamente. (3) Un abogado de Cádiz, llamado D. Juan Finoquio, afirmó con las formalidades debidas, que de resultas de una caida, que, caminando a caballo, en el año 1790, se le formó una hidrósceles o hernia, habiendo sufrido por muchos años grandes y molestas punza· ciones; pero se le agravó la dolencia en una nueva (1) C . Vives, pág. 358 (2) C. Vives, pág. 358. (3) C . Vives, pág. 357 y Proc. 3S5.

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