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1 ~ 0 1 ,X: -434 - Mas antes de consignar el duelo de toda España, insertaremos las noticias de su gloria. «Una Religio– sa, distante muchas leguas, lo vió la víspera del día de la Encarnación subir al cielo, al tiempo de cantar la calenda de la festividad, y así lo manifestó a los demás, dando exactas señ':lles de su rostro y cuerpo, siendo así que nunca lo había conocido. >) La Hermana Antonia de Jesús Tirado, según se desprende de las cartas del P . Francisco de A. Gon– zález, lo vió y habló con él, conociendo la grandisi· ma gloria que ya gozab3. En Sevilla, una religiosa del Convento de las Trinitarias Descalzas dijo a su confesor que habla visto subir gloriosa al cielo el al– ma del P. Cádiz, acompañada de ángeles y del Pa– triarca San José. A un siervo de Dios, que, acaban· do de comulgar, se quejaba a Dios de la pérdida que había sufrido España con la muerte del P. Cádiz, le aseguró el Señor que mucho más que cuando estaba en el mundo hace por nosotros y nuestra salvación en el cielo. Un Padre Trinitario Descalzo, confesor del Beato Diego en sus últimos tiempos, escribió que Ntro. Señor Jesucristo y la Santísima Virgen ba– jaron en procesión, acompañados de ángeles, y en– tre sus brazos entregó el Beato Diego su dichosa al– ma. Los ángeles traían tres coronas muy re,plande– cientes, las cuales significaban sus tres votos, y que, reunidas en una, la pusieron sobre sus sienes. Más tarde la Iglesia repetirá en ocasión solemne esta memorable escena, colocando sobre su frente la co– rona de la inmortalidad. (1) (1) En el cuadro del c0nvento de Capuch inos, en que r eproducimos la escena de la muerte del Si ervo de Dios, los personaj es son: el P. Pérez, Fr. José de Car– cabuey. D. Manuel Benjumea y al fondo D. " Anton ia Herrera.

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