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-430 - abrazado al Crucifijo. Sólo le quedaban unos mo– mentos de vida. ¿Qué pasaba entonces junto a su le– cho de muerte? Seis revelaciones, todas ciertas, ase– guraron que en este momento bajaban Ntro. Señor jesucristo, la Santísima Virgen, nuestro P. S. Fran– cisco y el P . Santo Domingo, y en las manos de Nues • tro Sefior entregó dulcemente su espíritu, subiendo acompafiado de ellos al coro de los apóstoles. (1) Al toque de agonía se alborotó Ronda entera, y al divulgarse su muerte, ocurrida a las 6 y tres cuar– tos de la mafiana, y al empezar a doblar la Colegiata, conio benefiado suyo, la consternación fué general, y sólo se oía por toda ella : ¡Ha muerto el santo! (2) Reu– niéronse en junta los Cabildos Eclesiástico y Civil y la Real Maestranza, acordando cumplir en todo la úl– tima voluntad del Siervo de Dios, excepto en la tras– lación al convento de Ubrique; que se expusiera el cuerpo durante tres días y que el entierro fuese con toda la solemnidad posible. Entretanto se acordó ce– rrar la casa, y ponerlo en una habitación con una gran ventana a la calle, y junto al cadáver varios sa– cerdotes , ocupados en tocar rosarios, medallas y otros objetos piadosos que la muchedumbre traía pa– ra conservarlos como reliquias. Después a las dos de la tarde, se trasladó el cuerpo del Beato a la Iglesia de Ntra. Sra. de la Paz, y para ello hubo que cons– truir una valla desde la casa a la Iglesia y cubrir el trayecto con soldados. En el centro de la Iglesia se le colocó sobre una tarima elevada, forrada de da– masco, dándole guardia en el túmulo una doble fila (!) P. Vicente de Grezalema, pág, 73. l2J Los Sres. Avilés todos los años a esta misma hora hacen decir en el oratorio de la casa, contiguo a la habitación donde murió el Beato Diego, una Misa rezada, en la que el sacerdote ciirige a los fieles una tierna plática, y comulgan después toda la famil ia y nu– merosos invitados.

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