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- 39 -- de primer orden, varón religi osísimo y ejemplar, de mucho interior y de un espiritu de dulzura y celo ex– traordinari o y singular. Es ciertamente una de las columnas que ha puesto Dios en nuest ros días, para que sostenga la verdadera piedad , virtud y religión . Es indecible el fruto que hace en todas partes . Como estoy siemp re atareado, de modo que el tiempo no me alcanza para tanto como ocurre, no me es posible satisfacer adecuadamente y con ex– tensión a todos los puntos que V. P. R. me toca en sus cartas. En la que aqu í cito me reproduce el pun– to de los cas tigos, corroborándolo con lo que ya he– mos visto y nos queda por ver. Confieso la soli – dez de los fundamentos en que fund a su modo de pensar; pero permítame no duda r de la que tienen los que me asisten para no pedirl os . Una misma cosa es la que todos pretendemos, cual es que los hombres se convi ertan a Dios, dejen de ofenderle y viva n santamente. Esto lo pide V. P. R. por medio de un castigo misericordioso, y yo lo pido por medio de una mi seri co rd ia sin castigo. No me opongo a lo que V. P. R. pide, porque me persuado que Dios será el que lo inspire así; mas no desapruebe V. P. R. mi conducta en este particu lar. Yo pido a Dios que, por los méritos de su san tísimo Hijo , se digne dar– nos a los pecadores un conocimiento sobrena tural ele nuestros pecados y de la ofensa que le hacemos con ellos, siendo, como es, 1111 Dios tan bueno , po rque estoy ci erto que con este conocimiento dejaríamos de ser lo que somos y se ríamos lo que debernos ser. Me fundo en la conversión de David, en la de Santa Magdalena: Ut cognovil Ple. y en aque ll o: Si enim cognovissent 11urnqua111 Domin11m gloriae cruci– fixissent. Haec est vita aeterna etc. -díjo Nues tro Señor J esucristo. Pido el fuego de su divino amor y temor, porque tengo presente que: fgnern ueni mi-

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