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--123 - como S. Pablo, lanzara el Cupio dissolvi et esse cum Clzristo. Deseo ya morir para estar con Cristo. Había sido di vi namente instruido en los sentimientos que Hene un alma en el trance de la muerte, para la cual, durante toda su vida, se había preparado diaria– mente; sabía por luz profética el día y la hora de su tránsito; y con estos sentimientos se dispuso a de– jarnos la última y soberana lección de su muerte, pre– ciosa a los ojos di vinos. Días antes, viendo a su compañero, Fr. J osé de Carcabuey, dedicado a remendarle el hábito, le dijo con gran afabilidad: - «Fr. José, deje vuestra caridad esa costura, que para lo que <>se hábito t iene que servir está muy bueno . >) Su primer cuidado fué quemar muchas cartas de conciencia, dirigidas a él, y como el hermano le pre– guntase que para qué se tomaba aquel trabajo, le respondió: -«Bueno es que todo se encuentre ordenado ». Despidióse dos o tres veces de su Madre la Vir– gen de la Paz; salió el día de S. José (jueves) a des– pedirse de varias personas de su dirección, sin preo– cuparse del viento crudo y helé!do que corría, y al volver a la casa se halló invadido de la fiebre. Fué a levantarse a las horas que tenía de costumbre, y no pudo incorporarse. Acudieron los médicos, a los cuales expuso su deseo de que lo trasladasen a Ubri– que, aunque fuera en bestia o a hombros; pero éstos se lo prohibieron y le mandaron no moverse del lecho, y caldos y horchata de almendras. El viernes fué to– mando aumento la dol encia, y el sábado lo sangra– ron , como se usaba en ar¡uel ti empo. Sintió primero grandes y agudos dolores de vientre, y pronto se in ició una grande opres ión en el pecho, y apareció la disnea , que hizo perde r a los médicos las esperan-

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