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- 3í - se incapaz de caer en algún defecto de entendi – miento, etc. No puedo extenderme mucho. Mi predicación es ya, de tres años a esta parte, en los términos que V. R. P. me apunta, ardiente, fuerte y de justicia, sin cerrar jamás la puerta de la misericordia. Los asuntos, singularmente los de Mi – sión, procuro que sean estrechos y de una doctrina termin ante, corno v. gr. un sermón: Nis 1abundcwe– rit justitia vestra p!usquam phariseomm .. . Otro: Nisi corwersi j'ueritis et ej'ficia111ini ., icut parvu – li... Por este rumbo van de algún tiempo a esta par– te mis Misiones. «El Místico cielo» fué la primera obra espiritual, que con el P. Rodríguez tuve entre manos luego que me ordené de sacerdote. Luego qu e tenga pro– porción haré por leer lo que V. P . R. me apunta, bien que nunca he olvidado la sentencia de la .l\1adre Santa Teresa: «Que nunca se agradece a Dios el beneficio que no se conoce por suyo » y esto basta. Basta tarnbié1i de cansar a V. R., a quien suplico de todo corazón que no se detenga a corregirme y re– prenderme de mis defectos, ignorancias, etc., segu– ro de que en eso conoceré que me arna y que se lo agradeceré infinito. Si pudiere satisfacerle, lo haré, y si no, haré lo que me di g 1:1. Mánderne V. P. R. lo que guste , seguro de mi buena voluntad, y enco– miéndeme a Nuestro Señor, a quien ruego guarde su vida muchos años en su santo amor y grncia. B. L. M. de V. P. R. su afmo. hermano y siervo en N. Señor Jesucristo, FR. ÜIEGOjOSÉ l 1E C Á IJIZ. » La segunda carta no es menos impo rtante que la ante rior:

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