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-3(5- se advierte este natural defecto. Mi ignorancia, amado hermano mío, es verdaderamente grande y desmedida. Si en los escritos no se conoce, es por especial providencia de Dios para los altos fines que yo ignoro; mas en la realidad no hay asunto alguno, sea el que fuere, en que pueda decir coll'verdad que tengo una mediana instrucción. Créalo V. R. P. así. Lo demasiado difuso de mis sermones proviene, ya de esta ignorancia del estilo y método oratorio, ya del enramado o entretejido de subdivisiones de que se componen, y ya del cu idado de apoyarlo todo con la suficiente doctrina y autoridad que le co– rresponde. Por esto y otras causas repito que no sé predicar y juzgo que no se opone esta proposición a la primera de confesar el don de Dios. Yo no he hallado símil más oportuno para expresar uno y otro que la burra de Balán. Es certísimo que ella no sa– bía hablar con voz humana antes ni después, ni aun mientras que hablaba; pero lo es tamb ién que habló cosas muy altas. Este soy yo, y así lo confieso, para que sea de Dios toda la gloria. Como no escribo con inspiración o ilustración, sino a costa de estudio y de trabajo, no extraño que se encuentren en mis papeles miles yerros e ig– norancias. Hasta ahora he dado plena satisfacción -me parece · a los que me la han pedido sobre al– gún reparo que les hc111 puesto: no sé lo que sucede– rá en adelante. Lo que sí puedo asegurar es que deseo ser corregido de mis escritos y de mi conduc– ta personal, y que reconozco en mi corazón, no sólo el deseo de ello, sino además un cierto agradeci– miento al que por caridad me corrige, que me obliga a amarle mucho, porque apetezco eficazmente mis aciertos. Sería yo muy temerario, si a vista de los ejemplos de los Santos Padres, que han retractado algunas de sus proposiciones o doctrinas, me creye-

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