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- 390 - Generales le dieron licencias amplísimas para confesar y dirigir los religiosos y religiosas de su jurisdicción y entrar en la clausura. El General de la Orden de S. Juan de Dios le otorgó todos los honores que acostumbra a dar su Orden, y lo mismo el General de los Cartujos . Es imponderable lo que tuvo que sufrir la humil– dad del Siervo de Dios con estos honores y distin– ciones, otorgados en ocasiones solemnísirnas, cuando toda la ciu dad estaba conmovida, y con la grandeza y aparato de aquellos tiempos, pues a la solemni– dad de la toma de posesión, $e juntaba el convite, una limosna cuantiosa al convento y a los pobres muchas veces, siendo aquel día de júbilo y regocijo para toda la ciudad . Las alocuciones y ora ci ones gra– tulatorias, unas son magnificas instrucciones a los cuerpos que le recibían, otras monumentos de su humildad, en las que, basándose en la S. Escritura , se humilla hasta el polvo, dejándolos aun más edifi– cados con tan grande humildad en medio de tantos honores. · Es de notar que, aunque él rehusaba estas dis– tinciones y no las admitía sino por obediencia , pt1es ordinariamente se lo mandaba el Superior si estaba presente o el compañero, una vez admitidas, se con– sideraba hermano de los Sres. Canónigos, Catedrá– ticos y Concejales , o Caballeros y regidores, y cuan· do le notificaban la muerte de algún miembro de la Corporación, aplicaba puntualmente las Misas y su– fragios que le correspondían, orando por los vivos y por los difuntos, con particular solicitud. En justa correspondencia , todos estos cuerpos repetabilísimos le hicieron honras fúnebres a su muerte, aun que– brantando actas en contrario, como en la Catedral de Sevilla.
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