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- 35 - mente el tiempo , hasta que el mismo dia , o cuando más el anterior, va ocurriendo el modo y el rumbo que ha de tener, según las especies que he visto o me ocurren para el asunto. Son muchos los casos en que he subido al púlp ito con la angustia impondera– ble de no haber podido formar ni menos vestir la idea en sermones de empefio y de materias intrinca– das; pero poniendo mi corazón con humilde res igna– ción en la voluntad de Dios , pidiéndole se digne concederme que trate yo su divina palabra con la dignidad, honor y respeto (si es posible) con que la trataba su Unigénito, nuestro Redentor, siempre he visto como de bulto su soberana asistencia y el Ego daba vobis os et sapienfianz, etc. De aquí ha nacido en mi , o ha dimanado un apre– cio tan alto de la palabra de Dios, que no sólo deseo intensisimamente proponerla con todo el mayor de– coro que me sea posible, si no que quisiera ser capaz de no hablar o proferir una sola palabra que fuese mía. Debo a Dios una misericordi a particular en esta veneración de su divina palabra , y así, entre otros medios de que antes y al tiempo mismo de propo– nerla me valgo, unu es decir: Domine in unione illius divinae infenfionis qua ipse in ferris Ver– bum Dei (fuum) hominibus proposuisti hoc ver– bum fuum ego propano. Es más en esto lo que en mi interior advierto, que cuanto puedo expresar, porque me parece que miro en él una cierta inmen– sidad que no alcanzo a comprenderla sufi ciente– mente. Además de lo di cho, debo confesar que soy natu– ralmente muy escaso de di scurso y de formar con– ceptos, ideas, etc. en toda especie de asuntos, aun en aquellos que frecuente o continuamente manejo y trato, y que lo soy mucho más estéril de voces y de expresiones para:producirme. Sólo en el púlpito no

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