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-381 - y altares, expulsando y exclaustrando las Ordenes Religiosas y manchándose con el inicuo degüello de los frailes , apqderándose de los bienes de la Iglesia y haciendo correr ríos de sangre de nuestros hermanos. La medida de la ciencia del Beato la da a su vez el triunfo de la fe espafiola sobre cerca de dos siglos de revolución y de impiedad. Guardóse en el seno de todas las clases sociales la sabia doctrina del Apóstol, en la memoria el recuerdo de sus milagros , y en el corazón su carifio, y entre ellos el tesoro de la fe. En torno del incrédulo se hizo el vacío, se le miró con horror, se le cerraron las puertas de las ca– sas y las puertas de los corazones, y quedó reducido a la soledad y a la impotencia, muriendo él y su vi– rus en el .lazareto del desprecio de su impiedad. En la fila gloriosa de los doctores que empieza en S. Leandro , S. Is idoro, S. Ildefonso, S . Braulio, S . Vicente Ferrer , Santo Tomás de Villanueva, los Beatos Avila y Ribera, columnas de la unidad católi · ca, se sumó el Beato Diego, como el último y glorio– so continuador de los Doctores de la Iglesia Espafiola. ¿No llegará en el porvenir, cuando Dios quiera que sea canonizado, a ostentar el título de Doctor? So– bre las borlas que pusieron sobre sus sienes las Uni– versidades espafiolas , Dios querrá que luzca la aureola hermosísima que sobre sus doctores santos pone la Iglesia Católica.
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