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- 33 - de prepararme para los exámenes y para aprender· a predicar; pero lo es también que en toda s me hu– milló Dios con negarme aún la inteligencia de los . términos , de modc, que nunca fuí capaz de compren– der cosa alguna, y siempre me fué preciso dejar aquel estudio ~in haber ll egado jamás ni a aprender– lo. Esto propio se ha repetido después en cuantas . ocasiones he intentado este preciso estudio, estimu– lado de la conciencia que me acusaba de mi ninguna instru cción en la oratoria sagrada, ni profana, cuyas . retóricas ni en el siglo ni en la Religión he saluda– do. Empecé a predicar, resuelto a segui r el rumbo de proponer en los se rmones un asunto útil, probar o convencer su verdad, y persuadir a la voluntad o excita rla a que la observe . Algunos años después de este método, y de una suma inhabilidad para enten– der los sermones impresos, singularmente los fran– ceses, que entonces se miraban como oráculos, y de · notar en mi interior una singular repugnancia a aquel método de raciocin io, porque me llevaba toda la atención la Sagrada Escritura por su irrefragable auto rid ad y los Santos Padres por la que respecti– vamen te tienen, me encontré con S. Bernardino de Sena, en cuyas obras encontré 1111 método que se me · adaptó mucho: lo ví en los antiguos escritores, S. An– ton ino, S. Buenaventura, S. Alberto Magno y otros predi cadores de igual tiempo, y desde entonces me propuse el seguirlos en el modo que pudiese. Ya_veo • que di sto mucho de ellos en todo ; pero quiero decir con esto que mi modo de predicar lo acomodo de al– guna manera al de los referidos santos, según el juicio que me he formado. Confieso asímismo que · antes de predicar no acierto a formar un sermón. Estudio cuando puedo, revuelvo los libros, singular– mente Santos Padres y Expositores; mas si me de- – dico algunos días a prevenir el sermón, gasto inútil- •

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