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- 367 - Amor a los libros.-Aun esto es poco, porque hablamos del Beato Diego en los principios de su vida apostólica. En su estancia en Málaga, donde pudo disponer de mejores bibliotecas y en sus tem– poradas en Sevilla y durante su permanencia en los palacios episcopales, se aprovechó de la ocasión de estudiar. Confiesa él su preferencia por vivir en los conventos de Sevilla, Málaga y Cádiz, no por la inclinación natural hacia ellos, sino por sus buenas bibliotecas, así como sufrió lo indecible en los con– ventos pequeíios, por falta de libros, sin los cuales no podía trabajar. En los viajes los llevaba a cuestas. o en el muli to, y «¡qué edificación no causaba verlo por los caminos cargado de ellos, y que si los corn– paíieros querían aliviarlo de aquel peso , lo estorba– ba diciendo: -Son los libros de la Ley, y hasta en lo mate– rial se verifica de ella: Onus meunz leve )) ! (1 ) En Madrid nada le llamó la atención, sino lus magnífi– cas bibliotecas, y en Sevilla , hospedado en el Pala– cio Arzobispal, con el S r. Marcos y Llanes, se ex– cusaba hasta de la conversación con los más altos personajes, diciendo a dicho Sr. Arzobispo: - «No es bueno, ni me atrevo sin escrúpulo, per– der un momento de estar en la biblioteca que Vues– tra Excelencia me franquea por su bondad )) Los Sres. Arzobi~pos y Obispos, entonces opulentos y riquísimos , le hicieron valiosos regalos de libros, úni– co obsequ io que admitía . (2) «Cuando los Sres. Obis– pos u otras personas le regal aban libros ¡qué alegría tan modesta no manifestaba su semblante! Los reci – bía con humildad, con gozo, y dando por ello las más sumisas gracias, procuraba cuanto antes ins- (1) P. Luis A. de Sevil la.- Oración fúnebre pBg. 49' (2) !bid. Proc. 278.

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