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-363 - lumnias y se la combate con saña, como a enemiga y retardataria del progreso, como incompatible con el siglo de las luces y con la moderna civilización. En pleno siglo XX, y con otro concepto bien distinto de la .ciencia, una sonrisa compasiva se di – buja en nuestros labios, al examinar su petulante ilustración, su filosofía desacreditada y mísera, su decadencia que abraza por igual, literatura, arte y costumbres, en las que predominan lo vulgar y me– diocre: su ciencia, en fin, belicosa y agresiva, en cuyo nombre se han cometido tantos atentados y se han divulgado tantas falsedades y mentiras. En nom– bre de la ciencia se aventaron bibliotecas y archivos riquísimos; se derribaron monumentos arquitectóni– cos de primer orden; se vendieron en pública subas– ta riquezas artísticas de valor inapreciable; se per– siguió y ridi culi zó a los verdaderos sabios, y en ef furor iconocla,ta de un siglo que se decía sabio, y estaba loco de atar, se hizo almoneda del santuario de Ja ciencia, como se la hizo igualmente del san– tuario de la patria . (!) Huy la ciencia, que es algo más digno y sagrado que una piqueta demoledora, tiende a la especializa– ción, es más cauta en afirmar, va haciendo las paces con la Iglesia, ha depue5to su espíritu polémico y agresivo, ha pulverizado todas las objeciones del siglo XVIII contra la fe , y sinti endo la pequeñez hu- ( 1) Entre nuestras adquisiciones bibli ográficas, fi – gura una biblioteca intacta del siglo XVIII. Se da aqui el fenómeno de que las obras que hay en ella, como la Complutense etc. de los siglos anteriores, de los tiempos de la fe, son las que tienen verdadero valor , y en cambio todas las obras de enciclopedistas franceses y regalisrns españoles son incnmpatibles con nuestros conocimientos actuales y por lo tanto inservibles, a no ser a título de cu r iosidad.

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