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-3GO- del ejemplo. Con él se sostienen las Religiones, se estimula la virtud, se ataja el paso a la relajación, se mantiene vivo el espíritu religioso, y los monas– terios se convierten en escuelas de santidad, ganán– dose el aprecio, estima y veneración del pueblo de Dios. ¿Qué gloria no dió a l Seiior, a la Iglesia, y a la Orden el observantísimo y ejemplar Fr. Diego? Amor a las tradiciones de la Orden. - EI gran Apóstol fué uno de los más celosos continuadores de las tradiciones de la Orden , del espíritu capuchi– no y de las costumbres santas de la Provi ncia . Exa– minada su figura y s tt vida en relación con los após – toles que le precedieron y los que le heredaron, fué el continuador de la obra de sus predecesores y el que model ó el espíritu de lt)s que le si g uieron y con– tinuaron su obra. No es un hombre aislado, ni una gloría solitaria en la historia de su Provincia . Es el heredero y continuador de los venerables Pablo de Cádiz, Feliciano de Sevill a, Isidoro de Sevilla, Luis de O v iedo y Buenaventura de Ubrique, en el apos– tolado, y de los Pesqueira, Perusr;1 y Larca en la contemplación y en la penitencia. Aun no se ha es– crito ni podrá escribirse, hasta que se reu nan los da– tos, la historia de los amargos días de la Indepen– dencia, del período constitucionalista y de la exclaus– tración. Cuál fuera el espíritu que reinaba en los claustros, lo prueba la emulación que había entre las comunidades sobre cual de ellas era más obser– vante, y el r¿scoldo de su observancia regular lo demuestra igualmente el hecho de que, después de la exclaustración del .35, reuníanse los Padres ex– claustrados de Sevilla en una casa particular a rezar los Maitines a las 12 de la noche. En la catástrofe de la exclaus trnci ón pereció todo: Provincia, con– ventos , inapreciables riquezas artísticas y literarias; mas el amor a su Orden , el espíritu capuchino, lo

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