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- 357 - «Estando en el convento-añade el Padre Luis A. de Sevi lla - rarísimamente dejaba de cumplir con el oficio en el coro , por más que por sus ocupacio– nes y tareas estuviese dispensado de asistir a él. Jamás quiso tomar ni el lugar de su antignedad, ni el de precedencia que por los honores que le q rncedió la Religi ón le competía. Colocado en el último asien– to, los ojos inclinados al suelo o al altar, las 111anos o en la manga del hábito, o asida una de ellas al santo rosario, sin arrimo ninguno, cantaba con ediiicadón de toda la Comunidad, que miraba en él un modelo de compostura y perfección , y bastaba su ejemplo para que todo el coro pareciese serlo de ángeles, que delante de Dios le adorab2n con ternura , reve– rencia y devoción ». (1) Laboriosidad del Beato Diego. -Duulli le el día, el Beato Diego no conoció la ociosidad ni se le víó perder un momento de tiempo. No acostumbró a salir de la celda, sino obligado por la obediencia, la necesi– dad o la caridad , viviendo con tal abstracción y re– tiro, como si tal religioso no existiese e11 el conven– to. Estuvo siempre santamente ocupadv, bien en la oración, en el estudio o en sus escritos ; mas, a pe– sar de sus graves ocupaciones, en Ub rique halla– ba tiempo para arreglar todas las oficinas, y aun pidió al Superior que lo mandase a la huerta a tra– bajar; en Estepona trabajó, como N. P . San Fran– cisco, en la construcción de una Iglesia , acarreando materiales, y en Ronda barriendo y limpiando la Iglesia de Ntra. Señora de la Paz. Sílencio. -En la guarda del silencio , tanto regu– lar como evangélico, fué tan mi rado, que acostumbró no desplegar sus labios, llegando a decir r¡ue se ex– tremecía al considerar que de toda palabra ociosa (1) P. Luis A. de Sevilla. pág. 189.

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