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-356 - seguía a la Comunidad en todo el horario, por más. cansado y rendido que estuviese, y muchas veceS– después de haber andado siete leguas. (1) Como era tan grande su fama de santidad, al llegar al conven– to de Toledo, lo estaban observando algunos, y en– tre ellos el testigo que declara en el proceso de bea-– tificación, por ver si la realidad respondía a lo que se– decía de él. Llegó el Beato por la tarde, cansadísi– mó, después de haber andado varias leguas a pie, y– a media noche, con asombro de todos, Padres, estu– diantes y novicios, lo vieron que había acudido el primero a los Maitines. (2) Recogimiento en el coro. - Y ¿cómo estaba en el coro? « Verle asistir, cuando estaba en el convento -escribe el P. Serafín de Ardales-era ver un símit del respeto con que los ángeles y serafines están ante el augusto trono de la Majestad en el cielo. La modestia de sus ojos, su humilde y agradable gesto , las manos o en las mangas o en el pecho puestas, sin arrimo alguno, cantaba o rezaba en pié (como. acostumbramos los Capuchinos) y servía de espejo y modelo de devoción a todos los que con él estaban. Cuando el oficio divino lo rezaba fuera del coro,. nunca lo hacia sentado: su postura era, o en pie o de rodillas, y nunca de memoria; y era tan exacto en su pronunciación que , puede decirse de él lo que la Iglesia afirma de San Elzeario, que ni un ápice de– jaba de pronunciar. Cuando, junto con la Comuni– dad, asistía a algunos actos piadosos, como procesio– nes etc . , se compungían y movían a devoción, no, sólo los religiosos, sino los seglares, aun los más. distraídos, al ver su compostura y modestia. » (3) (1) Proc. l. V. (2) Proc. 217. (3) P. Serafín de Ardales pág. 105.

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