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-349 - Dios, porque Su Divina Majestad se ha dignado por mí, indigno ministro suyo, impedir un .horrendo sa– crilegio ». En Morón desvióse de improviso hacia cierta ca– lle de gente de mal vivir. A los pocos pasos entra– ban por la parte opuesta unos soldados, y al cruzarse con ellos les echó una mirada tan aterradora, que se volvieron atrás diciéndose : -Dios ha traído aquí al P. Diego para que esta tarde no nos lleve el diablo. » Cuando con sus sermones o pláticas privadas lo– graba impedir algunas culpas obscenas o arrancar algún alma de la impureza, no podía disimular la alegría que inundaba su alma. Acechanzas del demonio.-A pesar de todas las precauciones que tomó, su castidad fué asaltada repetidas veces. De intento ca llan las circunstancias los biógrafos; pero afirman que de estas lecciones sacó el Siervo de Dios el propósito firme de no vi – sitar enfermas sin compañero, de no decir Evange– lios en lugar apartado y donde no pudiese ser visto, para poner así a cubierto su persona y ministerio de la maledicencia. Por lo mismo, y para que su imagi– nación no se llenara de imágenes mundanas , no se le vió nunca en paseos públicos , ni en museos, ni en edificios suntuosos. Dos veces estuvo en la corte, y no pudo dar razón de nada , porque no levantó la vis– ta del suelo. Una mañana, al fin, lo convencieron de que fues e a ver el gabinete de historia nfltural. Pa– seó por sus salas con detención, y al salir, dijo a sus compañeros: - «Si no hubiese donde conocer mejor que aquí la omnipotencia de Dios Criador, y mis ocupaciones dieran lugar, repetiría mis visitas a este sitio . » Armado con esta santa cautela, evitaba las aglo– meraciones para huir el contacto de las gentes; cuan -
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