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- 348 - buscaba escrupulosamente para sus disciplinas y pa· ra ponerse los cilicios, sin permitir tampoco levan· tarse el hábito en los caminos, sino lo muy preciso para poder andar. Estando enfermo, su principal cuidado fué advertir a los enfermeros que no dispu– siesen medicamentos en los que necesitase de ajenas manos. Cuando en algunas de ellas tuvo que descu– brirse a los médicos , padeció más con esto, que con toda su enfermedad. En cuantos pueblos estuvo, en cuantas casas se hospedó, esparció el suave perfu– me y fragancia de su pureza , ganándose el justo tí• tulo de hombre puro . Sucesos. - En el desempeño de su ministerio de la predicación, cuando se veía obligado a combatir el vicio opuesto a la pureza, parecía un hombre dis– tinto. Se le notaba el semblante inmutado y como detención en las palabras , tratando de que todos pudieran sacar aborrecimiento de la impureza, pe· ro que ninguno saliera escandalizado . Predicaba acre y fuertemente contra la deshonestidad, contra las modas indecentes, contra el teatro impuro , mas con lenguaje digno y grave, cual convenía a un varón de Dios. Igualmen te en el confesonario , procuraba excusar el confesar mujeres, y cuando no le era po– sible , iba a él armado de oración y de cilicios. Prefi– rió confesar a las religiosas para hacerlas amar y estimar la virtud de la vi rginidad , y log ró que mu– chas de sus dirigidas ingresaran en los claustros , pro– porcionándoles él dotes para que se consagraran a Dios. Ofreció a Dios almas escogidas, que fueron ángeles en la tierra y llegaron a gran perfección y santidad. Confesando en Málaga a una religiosa , cortó de pronto la confesión, se salió apresurada– mense, y volvió, después de un cuarto de hora, di– ciendo a la religiosa : -Recemos el Te Deum en acción de gracias a

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